
La lluvia, celosa del fuego empapa la mañana. Apaga el rescoldo de las hogueras ensombreciendo el día que se anunciaba festivo y luminoso. Danza la lluvia uniéndose a la fiesta. Detrás de los cristales la contemplo con nostalgia de sol. Solo la tierra la recibe agradecida, sofocada por los ardores del recién estrenado estío. Lluvia que limpia, con su sábana de agua, la magia de la noche devolviendo al paisaje su serena mansedumbre.
A veces, la lluvia resbala agradecida por mi cara, cuando eso sucede nunca pongo obstáculos entre ella y yo, dejo que me acaricie con total libertad.
Otras veces, la oigo repiquetear en los cristales y acudo rápido a su llamada para observar, desde la protectora orilla interna del vidrio, la molesta rebeldía de los caminantes.
Hay un lado maravilloso en la lluvia que me atrae.
Me gusta tu poema, felicitasrebaque, y agradezco tu gesto en mi blog. Te sumo a mi lista de rincones necesarios. Un saludo.
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Compartimos ese gusto por la lluvia, ese lenguaje de gotas de agua que, si escuchas, llega cargada de mensajes. Gracias Pedro por yu visita y comentario. Un saludo
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