Farinelli estaba enroscado entre mis piernas, tranquilo. De repente, estiró el cuello y giró la cabeza hacia una de las paredes de la habitación; parecía observar algo. Pero en la pared no había nada que pudiera llamar su atención. Le acaricié la cabeza y no ronroneó, como otras veces. Siguió con los ojos fijos en la pared, como hipnotizado. Entonces me levanté de la cama y examiné la pared con cuidado. En aquel momento, volví a escuchar aquel silbidito del árbol, y descubrí lo que miraba Farinelli. Arriba, cerca del techo había dos burbujas de colores flotando en el aire. Eran como pompas de jabón, pequeñitas y brillantes.
(Nuevos Cuentos Castellanos Viejos. Extracto del relato «Los Diminutos»)
Qué ilustraciones tan bonitas, acompañan de lujo al texto.
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Muchas gracias, Eva. Graciela, la ilustardora ha hecho un gran trabajo. Un beso
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Siento que es el inicio de un cuento… besos y rosas.
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